8.5.10

SMOKING BLANCO


Me gusta leer a Susana Fortes, porque escribe con alma de profesora. Desde Pontevedra, donde nació, acabó dando clases en Valencia. Susana Fortes se recrea en las imágenes como lo hace la persona acostumbrada a explicar, comparando el mundo con las ideas. Pero cuando inventa, cuando asocia realidades camina con zapatos de novelista, con los pies descalzos.
He disfrutado con sus novelas, de títulos tan seductores como "Querido Corto Maltés" la primera, ligada a un personaje de los años de otros sueños, Las cenizas de la Bounty, Tiernos y traidores, El amante albanés, Quatroccento, Esperando a Robert Capa...
Y también me gustan sus artículos en los que juega con su amor al cine y a la literatura y con su compromiso con la vida y con la historia.
Ayer escribió en El País éste, que tituló Smoking blanco en el que habla de la memoria. Lo reproduzco entero y la negrita es mía.

"La memoria actúa de modo selectivo, dicen. Es lo que hace que una se acuerde de los afluentes del Tajo y no de los procuradores franquistas a Cortes por el tercio familiar, por ejemplo. A mí de pequeña se me quedaban cosas tan peregrinas como las fases de la metamorfosis de las ranas, sin embargo pasé un auténtico calvario con la tabla del nueve. Supongo que por eso me dedico a este oficio. Lo bueno que tiene la Literatura es que funciona como un filtro de aire que elimina las partículas contaminantes y sólo deja pasar las cosas que nos importan. "Me acuerdo de la dulzura de Marilyn Monroe en Vidas rebeldes", escribió el pintor Joe Brainard en un libro delicioso que acaban de regalarme en la feria. A través de los recuerdos se puede reconstruir no sólo el tiempo, sino toda una vida. Marcelo Mastroianni hizo esto mismo en un documental en el que recordaba el silencio que se hizo en el restaurante Maxim's cuando apareció Gary Cooper con un smoking blanco.

Cualquier lector de pata negra se da cuenta de que esos recuerdos hablan de él, bien porque se reconoce en ellos o porque le ayudan a construir un mundo que no conoció. Recuerdo que mi padre tenia un 4L blanco, matricula PO 4079, y que un día de abril, mientras sonaba en la radio de la cocina el Grândola Vila Morena, mi hermano Xavi desfilaba por el pasillo con una barra de pan al hombro y su pijama de oso Yogui. Si ustedes se ponen, seguro que también se acuerdan de una lista tan larga de imágenes como para escribir un libro. La plata de las chocolatinas Kit-Kat, el olor de la primera laca de uñas Margaret Astor...

Dos científicos de la universidad de Nueva York han descubierto un procedimiento para conseguir a través de la neuroquímica lo que ya hacía nuestra memoria de una forma natural: guardar unos recuerdos y eliminar otros, aunque algunos se resisten a abandonarnos.

Hay días en que uno firmaría por borrar de un plumazo unas cuantas cosas, por ejemplo, la maldita crisis, la amenaza del Cabanyal partido en dos por una avenida hortera que Rita Barberá encabeza contra el Tribunal Constitucional, el desplome de la bolsa, la insoportable levedad de nuestros políticos, los jueces con modales de baja estofa...

Pero ya se sabe que quien olvida el pasado se convierte en rehén del futuro. Por eso la memoria incluye casi siempre el vago deseo de haber sabido antes lo que sabemos ahora. Así es la vida. Los malos recuerdos son más útiles que los buenos para sobrevivir en la jungla cuando acechan los buitres. Para la Literatura siempre nos quedará el smoking blanco de Gary Cooper.
Espero que lo disfrutéis en este sábado de mayo en el que yo firmaría por borrar de un plumazo todas esas cosas. Y otras, que tienen que ver con la prepotencia de algunos, la hipocresía de otros, la mezquindad de esos que sepultan las ideas y la libertad con la excusa de la ofensa o la religión, los que te clavan por la espalda un puñal, los desmemoriados, la pobreza, la riqueza, el tiempo perdido en hacer florecer las piedras, el silencio del que miente y la palabra que sonríe cuando mata...

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