13.11.11

EL TARTUFO DEL PP


Un domingo gris y lluvioso en Godella. Un domingo de lectura y reflexión. La prensa, como sucede últimamente anima poco, aunque a veces hay artículos que mueven la inteligencia y que ayudan a sonreír entre tanta miseria.
Hoy ha sido el de J.J. Pérez Benlloch "Desvergüenza" en El País, un artículo para desmemoriados. En él habla sobre la Comunidad Valenciana, sobre los "negocios", sobre la corrupción, sobre los delirios de grandeza de los dirigentes del PP, sobre el derroche, sobre EMARSA, sobre Undangarin, El Bigotes, Calatrava... Y aunque lo transcribo entero, me quedo con la frase final en la que llama tartufo a González Pons, porque me ha parecido redonda. Podríamos creer que se refiere a que es la trufa piamontesa, blanca o negra que aromatiza las pastas o las carnes, claro que es un hongo que se esconde bajo tierra. Pero no, se refiere al hombre hipócrita y falso según la RAE,  que forma parte de nuestra lengua en alusión a la obra de teatro de Moliere, Tartufo o el impostor, estrenada en 1664. Una sátira contra los hipócritas. El personaje, Tartufo, es un intrigante que finge ser una buena persona y se aprovecha de las buenas gentes. Se trata de un bufón falso y peculiarmente adulador, algo torpe, al que muchos reconocen, pero que a otros engaña... aunque al final se descubre la intriga y al intrigante.
Cuesta creer que no se lo hagamos pagar y que premiemos el resultado de tanta desvergüenza. Cuando el PP gobierna en una Comunidad ahuyenta a los valores, a la honradez, a la razón y a la cultura y nos alimenta con bombones llenos de aire, con espectáculos y proyectos en maquetas, haciéndonos creer que somos increíbles y que Valencia son ellos, para llenar los bolsillos de algunos.
El artículo dice así:
Al igual que los volcanes de El Hierro, los focos de corrupción que sacuden la Comunidad Valenciana desde que el PP la gobierna no cesan de arrojar periódicamente magma en forma de noticias alarmantes sobre la extensión, descaro y gravedad de esta peculiar actividad sísmica. No nos extrañaría que, dada su dimensión y esperpénticos visos, los turistas se sintiesen atraídos por este espectáculo que ya se ha afamado por esos mundos tanto como nuestro clima, playas y paella. Y mucho más, sin duda, que los grandes eventos, que a la postre no han sido otra cosa que una variante del despilfarro y apropiación de los recursos públicos, tal como vienen delatando los fétidos datos que se desprenden de los trámites judiciales en curso.
Aunque sería difícil señalar cuál de los escándalos en ebullición es más notable, nos parece que el saqueo de Emarsa, la empresa depuradora de las aguas de Valencia, merece la primacía, tanto por la cifra defraudada -30 millones y subiendo- como por la audaz picaresca de sus protagonistas y la no menos chocante ceguera del entorno político y partidario. ¿Pero cómo era posible que nadie con una mínima decencia no se percatase de los festines pantagruélicos, las trapisondas contables y los enriquecimientos que se cebaban como si su impunidad estuviese garantizada? Solo faltaba, cual guinda, la presencia de quien fuera concejal del ayuntamiento capitalino, Juan Carlos Gimeno, un acreditado parásito de la política, a quien es muy posible que -como a otros- se le haya ido la mano al exprimir este limón y acabe con sus huesos en el trullo. Justicia.
Sin la vitola de lo plenamente novedoso, pues sus hazañas ya circulaban por Internet, lo cierto es que Iñaki Urdangarín, el yerno del Rey, habrá sorprendido a muchos valencianos que ignoraban las provechosas iniciativas que este joven emprendedor ha desarrollado por estas generosas tierras. Se habla de más de cuatro millones gastados en unas pocas jornadas de estudio o debate sobre proyectos deportivos. Su miga habrá tenido, pero a nosotros nos evoca el timo de la estampita o, acaso, el modus operandi de El Bigotes, ese perillán que nos esquilmó al amparo de la autoridad gobernante. En esta ocasión, no ha faltado tampoco la comparsa de eminentes personajes políticos y corporativos, acaso seducidos por el fulgor de la realeza. Pardillos que son.
Su glosa merece -si bien no es este el espacio adecuado- los 15 millones pagados a Santiago Calatrava por el proyecto y maqueta de las tres torres retorcidas que hubieran culminado la Ciudad de las Artes y de las Ciencias. Un dinero tirado, con el que se hubiera podido pagar las nóminas de los médicos de La Fe durante todo un año. Un precio abusivo si se quiere, pero que este espabilado arquitecto supo blindar jurídicamente. La otra parte contratante, o sea, el Consell y sus responsables -es un decir- son los que fueron víctimas de sus propios delirios.
Pero esta es la gente que nos gobierna la autonomía y muy probablemente nos va a gobernar el Estado porque la corrupción no merma votos. Lo que mola por lo visto es la política que incentiva la delincuencia. Cuesta creer, sin embargo, que tanta desvergüenza y estolidez como han desplegado los populares en esta comunidad no sea justamente penada por sus damnificados, ese universo de parados, de trabajadores que no cobran sus nóminas o están en expectativa de despido, por no hablar de los sectores más desvalidos. ¿O es que tanta corrupción y derroche no cuentan y toda la culpa la tiene Rodríguez Zapatero, como dictamina ese tartufo que es Esteban González Pons?
¡Peleemos contra tanta desvergüenza! ¡Pelea por lo que quieres!

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